Como se expone en la actualización de 2017 de la estrategia a largo plazo para la rehabilitación energética en el sector de la edificación en España, en relación al artículo 4 de la Directiva 2012/27/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de octubre de 2012, relativa a la eficiencia energética.
Entre los años 2010 y 2014 el consumo de energía final el sector residencial experimentó una importante retracción, pasándose de 16.924 kteps a 14.713, lo que indica una reducción total de -2.210,8 kteps (un -13,1%), si bien durante el año 2015, último con datos disponibles, hubo un ligero repunte del mismo, creciendo hasta 14.881 kteps (+168 kteps). De este modo, en el conjunto del período 2010-2015 se ha producido una reducción acumulada de - 2.043 kteps correspondiente al -12,07% del consumo inicial. La serie elaborada por IDAE para Eurostat (“Questionnaire for statistics on energy consumption in households”) permite analizar la evolución del consumo por fuentes de energía y usos desagregados en el sector residencial. Por fuentes de energía, entre 2010 y 2015 se redujo el consumo de todas ellas en el sector residencial, con un resultado neto de -2.043 kteps, con la única excepción relevante del gasóleo. Excepto ésta, además todas ellas mostraron una tendencia descendente constante incluso hasta el año 2015, a pesar del citado repunte del consumo experimentado entre 2014 y 2015. El combustible cuyo consumo se redujo más en términos absolutos fue el gas, que bajó -1.206,9 kteps (un -28,4% respecto a 2010), seguido por la electricidad, que se redujo -537,6 kteps (un -8,2%) y los GLP, cuyo consumo descendió -332,3 kteps (un -24%). El gasóleo, cuyo consumo bajó de 2010 a 2012, ha venido creciendo desde ese año hasta 2015, de modo que el balance total 2010-2015 ha supuesto un incremento neto de 42,4 kteps (un +2,3%), si bien es significativo el incremento de casi 300 kteps sólo en el último año 2014-2015. Por su parte, el resto de combustibles, que tienen un peso mucho menor en el consumo total, mostró una tendencia muy positiva desde el punto de vista ambiental: el consumo de carbón se redujo un -48,7% entre 2010 y 2015 (en total, 84,2 kteps), al tiempo que se incrementaba el uso de las energías renovables, especialmente de la solar, que subió un 42,5% (+61 kteps),y, en menor medida, de la biomasa (un +2,2%, equivalente a 53,1 kteps), si bien ambas interrumpieron su senda de crecimiento en el año 2014, descendiendo a partir de entonces su consumo. Respecto a la distribución por usos, todos ellos experimentaron un descenso del consumo entre 2010 y 2015, con un resultado total de -2.004,4 kteps9 . La mayor parte de este descenso correspondió casi a partes iguales a la calefacción (-686,2 kteps, un -9,5% respecto a 2010) y al ACS (-642,4 kteps, un - 19,6% sobre 2010), seguidas por la reducción del consumo de electricidad para iluminación y electrodomésticos (-411,9 kteps, un -8,5%), de la energía para cocinar (-250,7 kteps, un -18,4%) y de la refrigeración (-13,2 kteps, un -8,6%). Dado que el consumo global en el sector residencial bajó un 11,9% en el período analizado, el diferente comportamiento relativo de cada uso ha supuesto ligeros reajustes en el peso relativo de cada uno de éstos sobre el total, de modo que han subido ligeramente su peso proporcional la calefacción (del 42,9% al 44%) y la electricidad para iluminación y electrodomésticos (del 28,7% al 29,8%), en ligero detrimento del peso proporcional del ACS y de la energía para cocinar. Finalmente, también es significativo recordar que a pesar del cambio de tendencia de 2014 y el posterior repunte del año 2015, el consumo ha continuado su reducción en todos los usos, con excepción de la calefacción, cuyo consumo se ha incrementado entre 2014 y 2015 en 236,8 kteps.
Entrando en detalle en cada uno de los usos, y comenzando por el de mayor peso, la calefacción, hay que destacar su reducción en -686,2 kteps entre 2010 y 2015, correspondiendo la mayor parte de la misma al gas (-574,1 kteps, lo que supone un -29,1% respecto a 2010), a los GLP (que bajaron -128,5 kteps, un -24,6%) y al carbón, que fue el combustible que más se redujo porcentualmente (un - 48,8%, 68,9 kteps). El consumo de electricidad para calefacción también descendió, si bien a un ritmo menor (un -7,4%, con -35,6 kteps). La biomasa se mantuvo como el combustible más consumido para calefacción, suponiendo casi el 40% sobre el total, y en el periodo 2010-2015 tuvo un ligero crecimiento del 2,1%. La energía solar, si bien sigue teniendo muy poco peso, experimentó el mayor incremento relativo (un 54%), pasando de un consumo de 10,6 a 16,4 kteps. Finalmente, el combustible que tuvo mayor crecimiento absoluto fue el gasóleo (con un incremento neto entre 2010 y 2015 de 64,1 kteps, un 3,7%), siendo importante destacar que si bien entre 2010 y 2014 había tenido una tendencia descendente aproximadamente en paralelo a la del resto de combustibles, cambió su signo a partir de 2014, pues sólo entre ese año y 2015 experimentó una subida de 305,3 kteps (un 20,7% en un año), de modo que es este incremento interanual del gasóleo el que explica por sí mismo el repunte del consumo total en calefacción entre 2014 y 2015, ya que el resto de combustibles no ha visto interrumpida su caída desde el año 2010.
De cara a una futura revisión cuantitativa de la Estrategia habrá que prestar especial atención al tema de la biomasa, pues como se ha comentado -según los datos oficiales disponibles- hoy supone en torno al 40% de consumo total de energía en calefacción doméstica. Dado su carácter de energía renovable y su balance final neutro en términos de emisiones de CO2, debe merecer un tratamiento pormenorizado con respecto a otros combustibles cuya reducción de consumo es prioritaria para alcanzar los objetivos nacionales de emisiones. Otro aspecto a analizar es el posible incremento que pueda darse del consumo de otros combustibles, si los hogares que actualmente consumen biomasa evolucionan o cambian hacia el uso de otros combustibles, por lo que habrá que considerar esta cuestión, también, en los menús de intervención que se propongan y establecer medidas al respecto. En relación con el consumo de electricidad para refrigeración, se mantiene con un peso relativo muy pequeño sobre el total del consumo residencial, pues apenas ronda el 1% del mismo. Su tendencia entre 2010 y 2015 también ha sido descendente, con una reducción del -8,6% (13,2 kteps netos en todo el período).
En relación con el tema de la refrigeración y su escaso peso en el consumo total de energía de los hogares, conviene no olvidar los datos del reciente estudio publicado por IDAE sobre el parque de bombas de calor en España10, según el cual existen en España 11,3 millones de unidades de bombas de calor: 8,5 millones instaladas en hogares11, otros 2,3 millones en el sector comercio-servicios y 1 millón más en la industria (IDAE, op. cit, p. 20), situándose casi el 80% de ellas en la zona mediterránea. Según los datos de la encuesta realizada para dicho estudio, de los 11,3 millones de unidades, 5,4 millones (el 48%) sólo se utilizan para refrigeración, aunque tengan también la funcionalidad de calefacción. Dado que la potencia total instalada en bombas de calor se estima en 77.673 MWt (IDAE, op. cit, p. 24), parece existir una clara divergencia entre la gran dimensión y potencia del parque de bombas de calor existente y la escasa repercusión del consumo de electricidad para refrigeración sobre el total de la energía consumida en los hogares. Por tanto, y de cara al futuro, habrá que tener en cuenta el posible incremento de consumo que podría producirse si cambiasen los factores (culturales, de confort adaptativo al calor, etc.) que podrían estar explicando esta divergencia, estudiándose medidas preventivas al respecto en futuras versiones de la Estrategia. El consumo de energía para ACS es, de todos los usos, el que ha experimentado una mayor reducción relativa (un -19,6%), que supone en términos absolutos una caída del consumo en 2015 respecto a 2010 de -642,4 kteps, un volumen muy similar a la reducción global constatada en calefacción. Por combustibles y como también ocurriera en calefacción, la mayor reducción absoluta ha sido la del gas (-497,7 kteps, un -27,3%) que a pesar de ello sigue siendo el combustible más consumido (aproximadamente la mitad sobre el total del uso para ACS), seguido de los GLP (-142,7 kteps, un - 23,1%). Sin embargo, a diferencia del incremento habido en calefacción, el consumo de gasóleo para ACS también se ha reducido (-21,7 kteps, un -14,1%), incluso entre 2014 y 2015, si bien había habido anteriormente -entre 2013 y 2014- un repunte del mismo. Los combustibles sólidos fueron los de mayor descenso relativo: un -46,9% (-5,2 kteps). Tanto el consumo de electricidad para ACS como el de biomasa experimentaron variaciones de menor envergadura: la electricidad descendió un -6,6% (- 31,9 kteps) mientras que la biomasa subió un 3% (1,5 kteps). Finalmente hay que destacar el fuerte incremento del consumo de energía solar para ACS: un +41,6% (+55,3 kteps en términos absolutos), lo que ha hecho que su peso relativo aumente del 4% al 7% en el conjunto de energía consumida para ACS.
En cuanto al consumo de energía para cocinar, que supone aproximadamente el 8% sobre el total en el sector residencial, su reducción global entre 2010 y 2015 ha sido de -250,7 kteps (un -18,4%), correspondiendo las bajadas más destacadas en términos absolutos al gas (-135 kteps, un -29,1%) y a los GLP (-61,1%, un -24,6%), seguidos por la electricidad (-44,9 kteps, un -7,4%). Como en los demás usos, el carbón se redujo un -48,8% (-10,1 kteps). El consumo de biomasa para cocinar se mantuvo casi constante, si bien es muy poco relevante (en torno a los 26 kteps).
Finalmente, el consumo de energía eléctrica para iluminación y electrodomésticos, que supone casi el 30% del consumo residencial total y aproximadamente el 73,5% de la electricidad total consumida en los hogares (61,8% en electrodomésticos, y 11,7% en iluminación), se redujo -de forma constante e ininterrumpida- un 8,5% entre 2010 y 2015, lo que en términos absolutos corresponde a un descenso neto de -411,9 kteps. Según los datos del IDAE (SPAHOUSEC, 2010) los electrodomésticos de mayor consumo son los frigoríficos (18,9% sobre el consumo eléctrico total), seguidos por TV (7,5%), lavadoras (7,3%), stand by (6,6%) y hornos (5,1%).
Estos datos generales pueden ser puestos en el contexto de las economías domésticas de los hogares españoles, analizando la Encuesta de Presupuestos Familiares y la Encuesta de Condiciones de Vida, ambas disponibles en series estadísticas que abarcan desde el año 2006 hasta el año 2015 y que, por tanto, permiten analizar lo sucedido antes y después del estallido de la crisis económica. La Encuesta de Presupuestos Familiares permite constatar cómo desde 2006 hasta aproximadamente el año 2010 hubo un incremento paralelo tanto de las cantidades de energía y de combustible consumidas por hogar, como del gasto medio dedicado al rubro 045, correspondiente a electricidad, gas y otros combustibles (incluye todos los usos, no sólo calefacción, sino también ACS, cocina, electricidad en electrodomésticos e iluminación, etc.). Sin embargo, desde los años 2009 ó 2010 a 2014 se constata una disminución constante de ambos indicadores: así por ejemplo, el consumo medio anual por hogar de electricidad se ha reducido un 40,5% entre 2010 y 2014 (pasando de 3.953,2 a 2.686,8 kWh/año), o el de gas un 24,5% entre 2010 y 2014 (de 224,1 a 199,6 m3 /año); lo que, en términos de gasto medio por hogar, se corresponde por ejemplo con una disminución del 35,1%12 del gasto medio en electricidad entre 2010 y 2014 (de 581,04 a 428,9 €). En gasto medio anual por hogar en el rubro mencionado, que en el año 2006 estaba en 763,3 € continuó subiendo hasta el año 2010, alcanzando los 872,2€ en 2010, para bajar hasta los 723,5€ en 2014. Entre 2014 y 2015, se interrumpe el descenso de las cantidades medias consumidas por hogar en gas y combustibles sólidos, experimentándose un repunte de las mismas, y también se ralentiza el descenso del consumo eléctrico (mientras que sin embargo continúa la tendencia constante desde 2006 de reducción del consumo de gases licuados). En términos de gasto total medio por hogar en el rubro 045, se confirma el repunte del gasto entre 2014 y 2015, al incrementarse en un 4,5%, de 692,1€ a 723,5€.
Estos datos de evolución del consumo medio por hogar son coherentes con la evolución del consumo agregado del Balance de Energía Final anteriormente analizados. Dado que muestran un crecimiento, tanto del consumo energético, como del gasto medio por hogar, hasta aproximadamente el año 2010, para caer desde entonces hasta 2014 y repuntar nuevamente entre 2014 y 2015, de forma paralela aunque -con un cierto retraso o decalaje- a la evolución tanto de las cifras de macroeconómicas como de la renta media disponible por hogar13, podrían indicar que los hogares habrían respondido a la crisis con una retracción de su consumo de energía, y con la disminución de su peso porcentual en el gasto medio por hogar, primando otras necesidades básicas familiares, y lo estarían recuperando a partir de 2014, una vez ya consolidado claramente el crecimiento económico y del empleo.
El incremento del número de hogares que no puede permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada, que, según la Encuesta de Condiciones de Vida, ha pasado del 6,2% en 2008 al 11,1% en 201414 también apunta a que esta retracción del consumo de los hogares españoles en energía y combustibles ha significado un sacrificio de las condiciones de confort en ciertos hogares en aras de un ahorro en la factura energética. En conclusión, la mencionada retracción del consumo que se ha constatado en los últimos años puede venir motivada por varios factores, entre los que cabe mencionar el efecto de las acciones puestas en marcha para la mejora de la eficiencia energética y la retracción en el consumo derivada del pasado periodo de deterioro de la economía, efecto que puede estar ocultando una retención del consumo a través del sacrificio de las condiciones de confort térmico. Por tanto, la evolución futura del consumo puede quedar condicionada por factores contrapuestos como son la mejora continua de la eficiencia energética en los edificios y de otra parte una posible expansión del consumo cuando la situación económica de los hogares permita disponer de recursos para poder recuperar las condiciones de confort.
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